Muchas veces, la ausencia y la distancia te conectan con las cosas de una manera única. Entonces, cuando llega el domingo y recibo el clásico mensaje puteador que refiere a que estoy llegando tarde, como siempre, al encuentro de mis compañeros, me doy cuenta de que extrañé horrores estos domingos de fútbol con mis amigos. “¡Dale, salame!”, me escribió Fede cuando habían pasado mas de 20 minutos de la hora en la que prometí estar con mi Fiat 147, el viejo lobo de mar, el fumador empedernido, lento como su dueño pero noble y fiel, en el que nos apretujamos para llegar al CIRSE. Y se me dibujó una sonrisa cuando leí el mensajito y sentí que todo volvía a estar en su lugar, que el domingo volvía a ser domingo y que la tarde se iba a pintar de verde y blanco de principio a fin.
En el primer tramo del recorrido sentí que Fede me había extrañado. Y mucho. Porque no paró de hablarme, colgado del apoyacabezas de mi asiento, durante todo el viaje. Explicó que luego de una ardua búsqueda había conseguido el último disco de Pearl Jam, que se sentía orgulloso de que la banda que el había recomendado en Facebook unos meses atrás como un hallazgo único, hoy era la banda del año para la revista Rolling Stone. Habló del ascenso, de periodismo y hasta en un momento de regresión descontrolada se puso a cantar canciones de su animador favorito de la infancia, “Pepe” o “Paco” no se cuanto, o algo así. Sinceramente para ese entonces solo escuchaba el murmullo interminable del bueno de Sampex y llegaba a la conclusión de que Fede tiene una memoria inmensa, inagotable y admirable que muchas veces lo empuja a un abismo de palabras encadenadas como si estuviera al aire permanentemente en FM 100 y no pudiera dejar jamás un silencio.
Cuando volví de mis divagues de autopista, me di cuenta de que Sampex finalmente se había callado y de que Sergio, mi silencioso copiloto, me estiraba la mano con los 5 pesos que salía el estacionamiento. En los vestuarios me topé con Neme, el gladiador del cabarulo, que venía pasado de vueltas por una noche agitada (como de costumbre…). “Ayer fui a ver a Calamaro y después fui a lo de la minita”, me comentó feliz de la vida. “¿Cuál, esa con la que te estas haciendo el novio para darle masa?”, le conteste con maldad premeditada. “¡Pará, no seas hijo de puta, tampoco es tan así!” me respondió abriendo los brazos, pero con una leve sonrisa que lo delataba. “La cuestión es que la pusiste hasta altas horas y estas muerto…” le dije. “Naaa, me eche uno solo, uno rapidito, de vicioso nomás…” me contesto riéndose como una hiena. Lo miré y salí con la intención despejar la cabeza después de tanto “Neme”.
Cissé me recibió contando la guita del partido y con la noticia que esperaba: “Chino, arrancas en el banco”, tiró el guardameta enyesado. Y si, “dos partidos que no vas a jugar y pagas derecho de piso como la primera vez” pensé. Entonces me acomodé pegadito a la raya de cal y, como no había mucho por hacer durante esos 40 minutos, me dispuse a filmar el partido.
El primer centro nuestro que cayó al área rival fue gol. El segundo también. Cissé, borracho de felicidad por la incipiente goleada, festejó levantándose la casaca del Barça y mostrándome el cinturón de AC/DC que rezaba “Black Ice” en todo el contorno de su mínima cintura. Y yo, feliz y confiado en que todo volvía a la normalidad y ya no venían mas goles, me puse a mirar el horizonte como un quinceañero que busca a su amada entre las estrellas de la noche… hasta que el grito de gol me devolvió al sol del CIRSE. “¡Golazo Nachito!” tiró el DT del yeso ante una nueva magia del 5. Resulta que el rubio empalmó un bombazo a la carrera desde afuera del área y la puso en el ángulo, mientras yo me quedé con la cámara apuntando el pasto. “Me lo perdí… estaba boludeando y no lo filme… justo el mejor gol” le dije a Cissé que se empezó a cagar de risa: “jajaja, mirá la carita que tenés, jajaja”, se divertía el lungo ante mi cara de desazón.
Lo que quedó de juego en esa primera parte solo nos dejó el descuento de ellos y el “Momento San Cristóbal” de la tarde: de pronto, de la nada y entre un remolino interminable de piernas, se escuchó el inconfundible “tero, tero” que hizo que los players se miren todos entre sí. La pelota se había ido al corner y al ladito de la raya del lateral había un tero que a los gritos llamaba desesperado a su pichón. El árbitro lo quiso sacar a las patadas pero la pequeña ave dio un saltito y volando en círculo volvió al césped. “teroteroterotero” decía desesperado el bicho ante la mirada de todos los que estaban adentro y afuera del rectángulo verde. Entonces el referí, dotado de una agilidad que solo mostró en este movimiento que paso a detallar, pegó un pique corto, se agachó y de un manotazo capturó al pichón que, desorientado como estaba, o iba a terminar echo puré bajo el botín de algún desaforado que pasara por el sector (Giampol tenía varios números para eso…) o terminaba en la heladera de alguno (momento de publicidad: heladeras Neme) para ser deglutido por algún hambriento (como Jero, que, con su barba crecida y sus pelos arremolinados, parecía, como mínimo, un indigente). De mas está decir que el Terito, cuando vio que el botón del arbitro le afanaba al pichón, le voló alrededor y le tiró unos picotazos criminales que obligaron al juez a correr hasta la garita y abandonar a su suerte al pequeño animalito.
El segundo tiempo me encontró en mi antigua posición de lateral derecho. Me puse la vieja casaca del Celtic y Fede, al grito de “¿!Qué haces, boludo?!”, me hizo volver. “¿Qué pasa?”, le conteste sin entender. “Ponete la pechera, no podes jugar así”, me dijo, y caí en la cuenta de que había estado todo el primer tiempo viendo como mis compañeros jugaban con unas pecheras azules e inmundas (los rivales también vestían de blanco y verde) y ni me había dado cuenta, fiel a mi costumbre de navegar por las nebulosas mas colgadas que aparezcan en mi cabecita.
Comienza el complemento y la primera pelota que toqué fue una bienvenida al fútbol dominical. El joven delantero rival, ante mi quite limpio y a tiempo, me pego un topetazo que me reboso en tierra al minuto de juego. “Naaa, que me cobrás… Mirá lo que es este chabón, yo tengo 18 años nomás…” le espetó mi contrincante al juez principal, justificando su falta en su corta edad. Me hizo sentir viejo el muy hijo de puta. “Callate flaco”, le conteste mirándolo desafiante a los ojos y con algo de odio, porque en el fondo tenía razón, le llevo 11 años… Pero, a pesar de eso, me levante y me sentí completo, feliz de haber rodado otra vez en el pasto y la tierra, casi como bendecido tras casi dos meses de no tocar la globa. Ese foul solo fue la bienvenida al juego, la muestra de un partido que se fue poniendo cada vez más áspero. Ellos eran jóvenes e inexpertos, pero estaban decididos a rompernos las pelotas y tocaban bien en la mitad de la cancha. Nosotros teníamos campo y pelota para contragolpear a gusto. Nico Rameri corrió, metió y se durmió cuatro o cinco siestitas en el offside y Pablito, que había entrado en el complemento… bue, Pabli es otra historia… La primera que tuvo mano a mano con el portero rival la mandó a las nubes. La segunda también la perdió porque, ante la cómoda posición para el pase a Nico Rameri para definir, prefirió darle un cañonazo que explotó en el travesaño. Los nervios empezaban a subir. “¡Con marca José, con marca!” se desgañitaba Giampol y José no sabía para donde salir corriendo. “Nemeeeeeee” le gritaba el Robot a o rey do cabarulo cada vez que lo pasaban. Y yo me sentía pesado, falto de tiempo y distancia, y me hacían el 2-1, el 3-1, el 6-1, lo que querían, digamos. Nosotros cortábamos clavos con el upite porque ellos ya habían descontado con un cabezazo. Posteriormente, en un tiro libre que voy a patear en campo rival escucho que Cissé le dice a Fede “de abajo, tomala de abajo”. En eso me doy vuelta y lo veo a Fede tirado en el piso, con la camarita tomando la pelota y buscando el efecto Fútbol de Primera, ese que muestra como desaparece la pelota cuando la empalman de lleno. “Están detonados estos dos”, pienso resignado, y mando el centro que no termina en nada.
Se va el partido. Ellos atacan y asustan pero nada más. Nosotros no paramos de comernos goles entre Pabli, Lucho, Jero y Nico R, hasta que la agarró Pabli por derecha, una vez más, y empezó a subir un murmullo, como si hubiera una tribuna atrás de ese arco, cuando corrió solo por la banda y se dispuso a encarar por enésima vez al portero. “¡Hacelo la concha de tu madre!” escuché que le gritaron sin darme cuenta de quién era la voz. Por el medio corría Nico R, solito y solo para empujarla. “¡Pasaselaaa!” le gritaron de afuera, hechos una pila de nervios. Su destino era claro: o metía el gol o lo agarraban entre todos en el vestuario y lo hacían chiflar hasta que se quede sin voz, una chiflada de esas históricas, que lo dejara tirado en el piso agarrándose la entrepierna media hora después de comerse un millón de apretujones rencorosos… Y no se la pasó a Nico, no. Prefirió cerrar los ojos y darle de derecha, haciendo lo más difícil y arriesgado. La bola salió baja, al ras del piso, el portero voló a su derecha y la alcanzó a tocar con sus piernas, pero la bocha se elevó y fue directo a la red. Gol, 4 a 2, partido liquidado. Pabli giró con el puño apretado. No se lo veía feliz, si no que era alguien con la certeza de haberse quitado un peso de encima gigante como un Scania con semi-remolque. “¡Gooool!” gritó unos segundos después mirando al piso. Ellos, resignados, intentaron reaccionar pero solo pudieron pelearse con los siempre dispuestos sancristobaleanos. Jero discutió y quiso apurar a un marcador central flaquito y tan joven que bien podría ser su hijo. El referí los mandó a los dos afuera aunque sin tarjeta. Para el postre quedó una volada de Rito, sobre su izquierda, en una pelota que se iba afuera pero que resultó una tentación para el portero, que en su pelea por el puesto con la flaca Cissé, estaba esperando una atajada consagratoria. “Bien Ritó” le gritó Giampol como un loco y acentuando como siempre la o final (como si fuese Ritó, Maria Eugenia…), fiel a su costumbre de hacer todo extraño y fuera de toda lógica…
Y así llegó una victoria mas para el increíble San Cristóbal, que acumula 3 triunfos seguidos en cancha y uno que seguro ganará en los escritorios, haciendo honor al legendario hábito de sumar dentro y fuera del rectángulo, lo que se dice un equipo bien argento, ¡carajo!
Saludos sancristobaleanos, hasta la semana que viene y hasta la victoria Beckham!
PD: Cisse puto!
PRÓXIMO TORNEO
------------ LO QUE EL FINDE NOS DEJÓ -------------
El 0-4 frente a Oeste FC dejó dos perlitas para nuestro regocijo:
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
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