Lo mejor que me pasó el domingo sucedió en el vestuario: Fede Sampayo, veloz lateral izquierdo y productor estrella de Roberto Pettinato en FM 100, abrió su bolso y sacó un librito blanco. “Toma Chino. Cuando llegó esto a la radio dije ‘este libro se lo guardo al oriental’”, y me alcanzó un ejemplar de “The Beatlend”, un flamante libro en el que se cuenta la historia de Los Beatles una vez separados. Me levanté y le di un abrazo como si hubiéramos hecho un gol sobre la hora. “Ese gesto resume el espíritu de San Cristóbal, ¡carajo!”, me dije a mi mismo. Y ahí quede, tildado, con mi librito en la mano. Mientras todos se cambiaban, entraron Leo y Jerito. El petiso real de los dos apareció por el vestuario al gritó de “¡Bueeenas” y escondido atrás de una revista de publicidades que vaya a saber uno de donde la sacó. Ninguno entendía mucho y todos se miraban. Sucede que Jero cuando llega a los partidos tiene resaca, no suele emitir sonido y solo se limita a tirarse al pasto a fumar un pucho hasta la hora en que empieza el juego. “¿Qué te pasa Jero, estás en pedo todavía?” le dije con algo de maldad. “¡Qué va a estar en pedo si ayer se quedó en mi casa y se acostó a las 12 de la noche, ni siquiera salió!”, me dijo Leo, cagándose de risa. “No te puedo creer... seguro jugás como el orto si no estas borracho Jerin”, retruqué sonriendo. Pero la buena cara se me borró de repente cuando sentí un olor a cacona importantísimo. Ahí recordé que el rival de turno era el líder del torneo, un conjunto que se hace llamar C.A.C.A… Yo creo que la inspiración para bautizar al team la sacaron de los baños del predio de Benavidez… Ricardito, nuestro golero estrella, puede dar fe de ello. Resulta que el portero tuvo la pésima idea de ir a orinar en uno de los inodoros del vestuario pero ni siquiera llegó a bajarse el jogging. El lungo salió espantado como si hubiera visto un cadáver. “¡Boludo! ¡En el baño ese hay un sorete gigante como el caparazón de una tortuga! ¡Que asco la puta madre!”, dijo tapándose la cara con las dos manos y reteniendo una arcada casi incontenible. Todos se cagaron... de risa, menos yo que fui a chequear la veracidad del comentario y salí casi desmayado. “¡Nooo, se fueron al carajo, yo me las tomo...!” grité indignado y me fui directo a la cancha para olvidarme de esa imagen penosa.
En el verde césped me recibieron con una noticia a tono con la circunstancia: de mierda. “Hay que ponerse pechera” dijo José, que volvía a la zaga completamente tuneado con un bronceado Camarón Bombay. Mi respuesta fue “ni en pedo”. Encaré al organizador y, mirándolo a la cara de perro pequines que porta, le dije que “no eramos ningunos pelotudos, que ya usamos una vez las pecheras, que el domingo anterior esperamos 1 hora y media para jugar y que no nos cambiamos nada”. El tipo me miró, balbuceó algunas respuestas de compromiso y me dijo que iba a hacer un sorteo. Fue Giampol y ganó. Obviamente usamos la blanca cruzada y me sentí reconfortado, con la loca idea de que el tipo, para no tener quilombo, nos había hecho ganar… (Bueno, dejenme creer que soy importante, que me hace sentir bien che...)
Arrancó el juego y a los 5 minutos me sentí ahogado. Muy ahogado. No podía ser verdad… en la semana tuve la idea de ponerme a punto y empecé a ir al gimnasio. Fui a un Dexter Shop, me compré unas zapatillas Nike running ($220, ¡una ganga!), un par de medias deportivas (30 australes) y le entré a dar a la cinta. Me sentía orgulloso y responsable para con el equipo y seguro de que muy pocos se entrenarían como yo. Pero mi ilusión murió antes de nacer. Cada pique era una estocada en el costado derecho. Me costaba respirar, estaba pesado y sufría el partido. Miré hacia el banco de suplentes y Pablito Leon se veía como una especie de salvavidas con rulos donde iba a tirar el manotazo de ahogado en el entretiempo. Aproveché el parate que hicimos para tomar agua y le dije que se prepare. Pensé en mis flamantes zapatillas, en la cinta y el gimnasio… y me sentí un pelotudo irremediable…
Lo bueno era que, a pesar de mi malestar, el equipo era un avión. Giampol estaba firme como si le hubieran prometido una gorda para el tercer tiempo, Jero hacía gala de su noche “anti todo” (alcohol, tabaco, minas, boliche, etc.) y corría como un Fox Terrier atrás de una pelotita de tenis (además, metió un golazo de aquellos), Sergio era otro que andaba inspirado: pivoteaba, ganaba de arriba y clavó un gol infernal desde 30 metros. Divise la acción desde atrás ni bien tomó la pelota y el contragolpe, teóricamente, era clarito: avanzar con la marca hasta servirsela a Nico Rameri que se iba solo. Pero el tipo se la jugó. Midió la distancia hasta el arco y bajó la cabeza; clavó los ojos en la pelota, frunció el ceño y tensionó su pie derecho hasta hacerlo de hierro. Tomó envión con su brazo izquierdo estirado como quien busca una ilusión en el aire y el zapato se hizo historia en un vuelo único e inolvidable… El 2 a 0 era una realidad dulce e impensada… Nico Rameri, en el festejo, le dejó su felicitación al oído: “Golazo Sergito, menos mal que entró, si lo errabas, por no darme el pase, te re cagaba a trompadas”…
La alegría duró un tiempo. La segunda etapa se puso marrón y se hizo C.A.C.A.
Obviamente Pablo tomo mi puesto de lateral derecho y poco después Jero, cansado por los kilómetros corridos, le dio su puesto a Maurito y Sergio a Leo. A los 15 del ST el partido estaba 3 a 1 y ellos se venían. “Si no salimos se va a hacer difícil”, decía el Housemann de San Cristóbal, ya relajado. Algo me llamó la atención: estaba en cuero, con el shortcito de fútbol y enganchado del elástico un Philip Morris Box de un lado, el encendedor del otro y un pucho prendido en la mano. Súper equipado para sufrir desde afuera, un fenómeno. Ahí nomás pensé que si yo me ahogué a los 5 minutos de partido y no fumo, entonces, si me bajara los atados que fuma Jero por día, debería usar un tubo de oxigeno hasta para dormir…
Pero bueno, volviendo al juego, la cosa se complicaba: el partido se había puesto 3 a 2 y Mauro con un tobillo en la mano. “Pisé mal y me volví a doblar” dijo acerca de su ya resentida articulación. “Con uno menos es imposible”, tiré resignado al no haber mas cambios disponibles. Sergio me miró preocupado. El Titán albiverde ya no estaba para enloquecer a los defensores rivales pero se consolaba con esta humilde columna: “Tenes para contar esta semana eh”, dijo mi fiel lector. Lastima que no hubo nada alegre para contar. El resultado fue insostenible, Giampol cacheteo alevosamente la bola en el área y empataron de penal. En ese momento todos buscamos una birome para firmar el empate lo antes posible. Ni siquiera se dio esa chance. El cuarto cayó por decantación. Miré a mi equipo abatido: JP en el piso lleno de tierra, José con las manos en jarra, Fede con la vista perdida, Nacho puteando al aire, al referí, al fútbol y hasta a la Panamericana… El partido se había esfumado como la ilusión del tipo que está ganando por primera vez en el casino y pierde todo en la última bola. La Taba esta vez cayó para el lado contrario. El domingo, por los cuartos de final será otra historia. Nuestra historia…
HASTA LA VICTORIA ONETO CARAJO!!!!!
PD: CISSE PUTO!
Por Andrés “CHINOCOCHINO” Lence
PRÓXIMO TORNEO
------------ LO QUE EL FINDE NOS DEJÓ -------------
El 0-4 frente a Oeste FC dejó dos perlitas para nuestro regocijo:
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
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