Quien sigue de cerca los acontecimientos que suceden alrededor de San Cristóbal FC sabía que la última fecha era de particular importancia. No sólo porque iba a definir la colocación final de cada equipo de cara a los play-offs (en el cual, nuestro equipo tenía casi asegurada la cuarta colocación ya que se tenían que dar una serie de resultados insólitos para ocupar una posición superior, debido a la amplia diferencia de gol de los rivales), sino también porque enfrentamos a los punteros (C.A.C.A.), que venían de golear 11-0 en la fecha pasada, y que serían un verdadero punto de referencia para saber si el albiverde tiene serias chances de pelear el título. Con esa premisa, los once gladiadores iniciales salieron a la cancha, con el objetivo de deglutirse al rival. Sabían que una victoria los iba a dejar abajo del rival en la tabla (como dijimos, por diferencia de gol), pero lo que motivaba a los sancristobaleanos era ese hambre por demostrar no ser inferior a nadie en la divisional e infundar el miedo en el máximo candidato al título si es que se presenta un eventual cruce en semifinales. Lo cierto es que el partido terminó en derrota, pero San Cristóbal fue el protagonista absoluto del mismo: manejo los tiempos, dominó y sólo se vió acorralado cuando tuvo un hombre menos y esperaba confiado con el resultado favorable en ese entonces. El marcador final de 3-4 no fue justo, pero, igualmente, San Cristóbal consiguió lo que fue a buscar: el respeto del rival y dejarles un miedo hacia el futuro. De existir un título para este partido, sería el de "San Cristóbal se hizo respetar aún con la derrota".
En el comienzo del partido C.A.C.A se mostraba como un equipo con juego dinámico y a ras de piso, siempre cambiando de frente y triangulando mucho, sobre todo por la derecha de la defensa de San Cristóbal. Pero no se le hacía nada fácil llegar hasta la valla defendida por Rito Banegas ya que el equipo estaba bien plantado del medio hacia atrás con Jerónimo Jakob y Gabriel Esplugas como estandartes. El primero, aguerrido y hábil (gran alquimia para el volante central), cortaba y salía jugando. Así fue como, en uno de esos quites, a 2 minutos de comenzado el encuentro, tomó la bocha a unos metros del círculo central y con un slalom fabuloso se sacó de encima a tres rivales hasta quedar frente al arquero contrario, al que batió (en complicidad con él) con un suave toque al primer palo. Un golazo que servía para afianzar aún más a un conjunto que había salido concentrado y áspero, sabiendo la importancia de lo que se jugaba. Los muchachos de C.AC.A, por su parte, empezaban a incrementar el fastidio a medida que pasaban los minutos y no podían vulnerar a una defensa que se movía al ritmo de un Giampol veloz, con un timming perfecto e impasable. Los nervios del escatológico conjunto rival terminaron de estallar cuando a la salida de un contragolpe Sergio Miguez, tanque solitario por la ausencia del otro gigante (Martín Larralde), sacudió su propia historia y la del team sancristobaleano con un gol antológico: recogió la pelota detrás de mitad de cancha y avanzó unos metros hasta pasar la mitad; allí, con una fe inquebrantable, y cuando la jugada pedía abrir la cancha ya que se estaba gestando un contraataque con superioridad numérica, sacó un tremendo remate que tomó vuelo como un globo aerostático. Parecía que la pelota nunca más iba a bajar, pero, de repente, cuando parecía que se iba por encima del travesaño, la misma hizo una parábola magnifica y fue a dormir entre los piolines para delirio del equipo cruzado y asombro del adversario. GO-LA-ZO. Lejos, el mejor gol invidual en la historia de la institución (lástima que no quedar documentos ni fotográficos ni de video al respecto). Con el 2 a 0 consumado, el resto del primer tiempo vio a la gloriosa escuadra del sur de la capital plantada como nunca, raspando y metiendo de forma ordenada y escalonada, sin pasar sobresaltos y con seguridad en todas sus líneas.
En el descanso se empezaron a gestar las primeras modificaciones, algunas obligadas y otras por la necesidad de hacer jugar a todos los que tuvieron el coraje de ir un domingo hasta ¡Benavídez! para jugar un partido; pero esas movidas significaron, a la vez, la primera de una serie de desaciertos que culminaron con la derrota final. En el entretiempo, de esta forma, salieron Andrés Lence y Rito, para dejar su lugar a Pablo León y el misterioso arquero estrella, del cual se desconoce su nombre, "Ricardito". En un principio, el trámite no varió en nada: si bien C.A.C.A logró rápidamente el descuento, poco parecía servirle cuando, unos minutos más tarde, San Cristóbal volvió a estirar la ventaja a dos. En una jugada comandada por Miguez, éste le sirvió un pase genial, entre líneas, a Nicolás Rameri, quien, ante la rápida salida del arquero a atorar, cedió el balón al centro del área para la entrada de Ignacio Zavadil, quien sólo debió empujar la bola y decretar el 3 a 1 transitorio. El conjunto verde y blanco se refregaba los ojos y no podía creer la calidad y, sobre todo, la eficacia de sus ataques. La historia parecía estar encaminada para nuestro lado... pero no. Un nuevo descuento de de los “cacosos” (por no decir "cagones") llegó a partir de la salida de un tiro libre rival en el costado derecho del área. San Cristóbal se organizó mal, tanto en la barrera como en la atención sobre los rivales circunscriptos alrededor del encargado de patear el mismo. Así, el shoteador se la pasó a un compañero a 10 metros de distancia y éste, sin ser atorado por Rameri, sacó un remate que, previo desvío en Federico Sampayo (quien salía raudamente de la barrera), se le coló al tercer portero sancristobaleano, consagrando un gol traicionero e injusto, que desnudó varias fallas en una misma jugada. Ese gol resultó ser el gestador de la debacle, la cual comenzó aproximadamente a los 15 minutos del complemento, momento en el que salió fundido Jakob, el mejor de la línea medular, dejándole su lugar a Mauro Vázquez. La salida de la manija del equipo, que había corrido, raspado y jugado como en sus mejores tardes, y que, sobre todo, hacía jugar a sus compañeros, fue vital; sumado al hecho de las desinteligencias desde el banco, que mandaron al ingresado (eximio defensor central) a colocarse en la misma posición que dejaba el saliente (volante central), posición que denotaba, otra vez, no ser su hábitat natural. Además, otra modificación en el mismo instante iba a hacer perder peso en ofensiva cuando el "Tanque" Míguez, en su mejor partido y con su eficacia habitual, era reemplazado por la "Garza" Leonel Silva Agüero, en lo que era su debut oficial en la temporada. De esta forma, el trabajo (y, sobre todo, la preocupación) de la defensa rival se simplificó ya que Miguez complicó todo el tiempo: rápido de reflejos, tocó siempre (bien) de primera, pivoteó magistralmente y no se dejó ganar nunca en el mano a mano. Además, hizo un gol inolvidable y metió un pase genial para el tercer gol. Todo en un mismo envase. Pero volviendo, decíamos: a partir de esos desaciertos en los cambios y en el parado del equipo post-modificaciones, comenzó la debacle, la cual iba a propiciarse diez minutos después de los cambios. Mientras San Cristóbal intentaba mantener el orden y defenderse de los embates rivales, para salir con contras punzantes que pudiesen explotar la velocidad de los delanteros frente a un equipo totalmente volcado en ataque, el ingresado Vázquez pisó mal y su tobillo, maltrecho y con un prontuario de lesiones por detrás, se dobló y dijo basta. Así las cosas, como el equipo había quemado todos los cambios, debía tratar de hacer la "heroica" y aguantar lo que restaba de partido con un jugador menos. Parafraseando a un cantautor guatemalteco, en vez de aclararse el panorama, éste se iba oscureciendo. Si ya el partido estaba difícil de sostener debido a la enjundia rival y el catenaccio propio, el empate ganaba en acciones. Y rápidamente así fue: Esplugas tocó descaradamente la pelota con la mano dentro del área, cuando ésta se iba inexorablemente a las mallas, y el árbitro cobró el correcto penal. Pero, nobleza obliga, el mismo se apiadó del equipo y no expulsó al defensor, quíen ya estaba amonestado, debido a que recientemente habíamos perdido un hombre por lesión. Premio Gandhi para él (aunque un Zavadil rival, lo menos que hubiese hecho, era tirarlo a la Panamericana para que los automovilistas lo atropellen). Ricardito, frente a la ejecución del penal, decidió permanecer parado, y no pudo evitar el empate a 3 del rival. A C.A.C.A. le quedaban unos minutos más para terminar de dar vuelta el partido, con una inyección anímica importancia, con un hombre de más, y con la venia de las malas decisiones sancristobaleanas. No obstante, San Cristóbal desparramaba sudor y lágrimas en cada metro cuadrado del campo, mientras los de afuera arengaban sin parar. Pero la falta de piernas también hacía mecha en el mediocampo del equipo, y se hacía evidente como los volantes dejaban de colaborar firmemente con su defensa. Algunos por desobedientes, otros por desorganizados, y otros por estar muertos físicamente. Así fue como, cuando se extinguía el partido, I. Zavadil no tuvo piernas para talar a un rival que se fue con pelota dominada por el andarivel derecho y la jugada desembocó en una serie de rebotes en el área que culminó con un remate potente de un delantero rival que sentenció el partido: 4-3 para C.A.C.A en el suspiro final. Injusto. Increíble. Honrado.
No hubo tiempo para más, terminó siendo derrota en un partido vibrante que dejo conclusión principal: San Cristóbal se convirtió en un equipo rudo, bien plantado y molesto para cualquier rival. Ya ha dejado de ser ese equipo pre-amateur, que buscaba una forma, para ser este plantel amateur de hoy, que le da pelea a cualquiera. Asimismo, mención especial tanto para los que ya citamos como figura del partido, como para Rito Banegas, que se fue con la valla invicta a pesar de tener sobre él los ojos del "arquero estrella". En el déficit queda hacerse amigo de la pelota, manejar los tiempos de los partidos (sobre todo cuando se esta ganando) y no meterse atrás. Goles hay de sobra, huevos a granel y ganas de darle para adelante hay hasta por los poros. Nos fuimos con una bronca interminable pero también con el orgullo de ser de San Cristóbal a pesar de la derrota que pudo ser victoria ante el mejor equipo del torneo.
Producción: Nicolás Espiñeira - Andrés Lence, y la colaboración de Federico Sampayo.
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