El domingo abrí los ojos a eso de las 12 del mediodía. Había dormido mal, incómodo, agarrando fuerte la sábana, tensionado y tratando de ahuyentar de mi cabeza un repiqueteo constante que me perseguía como un fantasma: era el sonido del agua golpeando el piso. Amanecí sobresaltado, con la frente empapada de sudor y el corazón al galope. “No, otra vez no por favor”, imploré mientras salía disparado de la cama para asomarme por la ventana, pero, en cuanto abrí la puerta de mi habitación, el sol se me clavo en los ojos como un puñal; estaba despejado, radiante, soleado, diáfano. “¡No llueve, no llueve….Vamos San Cristóbal carajo!” grité como si hubiera hecho mi tan deseado gol de cabeza, mientras escuchaba que Anita protestaba enfurecida y medio dormida desde la cama: “¡Callate Andrés, como vas a gritar así, idiota!”. Poco me importo su agravio, por primera vez en casi 3 meses la lluvia no se interponía en el camino del glorioso albiverde. “Por fin un domingo completo”, volví a gritar.
Qué predio hermoso es el de Benavides… pero queda en la loma del ojete. Treinta y siete kilómetros para ir y otros tantos para volver son demasiados para jugar una hora y media al fútbol. Lo mismo habrán pensado los salames de Arquitectura el domingo y se fueron al CIRSE. Cuando se encontraron con que el match se disputaba en Benavidez, nosotros ya esperábamos vestidos, chivados y haciendo una penosa tanda de centros a nadie y de tiros al arco que terminaban indefectiblemente al borde de la Panamericana. Las ganas de jugar podían mas que la espera y ni nos preocupábamos por la demora. El único que parecía pensar en algo era Pablito Leon, sentado en el pasto bajo la sombra de un árbol, cuando miraba al horizonte y se tomaba la pera con preocupación. Cuando salió de su trance pensativo, yo ya me había hartado de tirar centros paupérrimos y tomaba sol al lado de Jerito. “Anoche nos tomamos como 3 birras y un cissé (frizze) cada uno con un amigo que cumplía años y después nos fuimos a bailar y seguimos chupando”, me contaba el chiquitín, salidor empedernido y amigo incondicional del alcohol y el tabaco. “Este es como nuestro Houseman, chiquito, borrachin, fumador, pero un jugadorazo de los que casi no hay”, pensé… Y me despabiló de mis pensamientos la voz firme de Leon. “Vamos con Neme a hablar con el organizador, si no vienen en 10 minutos nos vamos”, me dijo serio y caliente el lateral derecho. Mientras ellos se iban a cumplimentar su objetivo, nosotros nos mudábamos a la cancha donde supuestamente enfrentaríamos a Arquitectura. Volvieron los mensajeros desde la administración: “Dicen que están en el peaje, llegan en 5 minutos”, contó Leon, recio y decidido como un líder sindical en plena huelga. Yo pregunté la hora: había pasado casi una hora y media desde que llegamos a Benavidez y los corneta de Arquitectura no aparecían. El aburrimiento nos llevó a estupideces extremas, como cagarnos a patadas y manotazos con Nico Rameri (¿quién iba a ser sino?), tirados en el piso como dos nenes de preescolar. De pronto, cuando ya estábamos decididos a levantar campamento, empezaron a caer los rivales. Primero 4 flacos en ojotas, lentes de sol, bermuditas playeras, al tranquito y saludando al organizador como si no pasara nada. Al toque cayó el resto. “¡Tranquilo eh, a ver si te estresas!” gritó JP con los ojos desorbitados como siempre.
El partido empezó mal. Pelotazo tras pelotazo a las espaldas de los defensores, generaban peligro sin mucho esfuerzo. Ellos tenían dos delanteros altos y flacos, un enganche chiquitito como Buonanotte a los 10 años, y eran rápidos para mandar el bochazo largo. En uno de esos cayó el primer gol, después de una pifia en el área. Jero no le pudo dar de primera y uno de ellos la empujó en la boca del arco. A remarla.
A Nico Rameri, la primera patada creo que se la pegaron en el vestuario. Primero le dieron duro en la rodilla, después lo levantaron por el aire en el área, cometiéndole un claro penal. Larralde se paró delante de la bocha y yo empecé a dar indicaciones para tomar a los rivales por si había rebote. “Calmate Chino, va para adentro la pelota, lo va a hacer”, me dijo JP con calma. “Es que yo pienso todo el partido en forma defensiva”, le dije con algo de vergüenza. Fue un golazo. No iban ni 10 minutos y la cosa estaba pareja otra vez. Pero el que andaba con algunos problemitas era Pablo León. Evidentemente la espera y los reclamos lo habían dejado mal porque estaba extrañamente errático. En el mano a mano ganaba y perdía pero en los bochazos largos no se acomodaba y estaba falto de distancia. “Chino: estate atento y cerrame por favor, no te descuides porque estoy jugando como el orto”, me dijo casi con desesperación luego de un despeje fallido.
El juego era parejo, los dos manejábamos bien la pelota pero ellos llegaban al segundo por vía aérea. Después de un rechazo, mandaron un centro largo y dormimos todos. La empujaron de cabeza casi en la línea. “¡Atentos che!” nos gritó Nico Zavadil, cansado y fastidioso pero decidido a cambiar las cosas. En eso, el menor de los Zavadil tomó la pelota por izquierda, hizo un par de toques y firuletes yéndose hacia el medio y, en el borde del área rival, nos reivindico a todos con un pase bochinesco que dejó solo al tanque Larralde. Toque cruzado y gol. San Cristóbal estaba mas vivo que nunca.
Lo poco que quedaba de juego solo sirvió para que a Nico R., maltrecho y dolorido, sufra un topetazo violentísimo que lo dejo pálido como un papel y tenga que pedir el cambio.
El segundo tiempo fue más trabado y peleado. Los laterales (Neme y Pablito) cambiaron de punta y la defensa se estabilizó. Ya no dolían tanto los bochazos largos aunque ellos tenían la pelota. Nosotros probamos por abajo y con el aguante de los tanques Miguez-Larralde, pero no había caso, solo un remate brutal de Jerito, a la carrera que rozó el arquero y reventó el travesaño, nos sacó un poco de la modorra.
Yo por mi parte estaba aburrido y empecé a empujar a mi marca. Uno, dos, tres topetazos a la espalda, él me devolvía gentilezas con codazos a las costillas. En un centro quedamos cara a cara, chocamos y ahí nomas le digo: “¿Qué haces? ¿Qué empujas, eh?”, con una ficticia cara de malo. “¿Qué pasa?” me respondió sin mucha convicción. En un segundo me puse a pensar en la situación: somos los dos flaquitos, tranquilos, callados, casi ni participábamos del juego… era ridícula una pelea entre dos raquíticos en un partido tranquilo. “Esto es una boludez” pensé. “No me empujes mas eh”, le dije mientras volvía a mi posición y daba por terminado el asunto.
El tiempo pasaba y el trámite no variaba. Ellos habían tenido un tiro rasante que cruzó el área y nadie pudo empujar. Nosotros el tiro de Jero. Lo último que nos regalo el partido fue la perla del árbitro: Nacho Zumbo hace un foul y lo amonestan. Tres segundos después el referí le pone otra amarilla y lo raja… obviamente se armó un quilombo atroz con discusiones, empujones y tarjetas que volaban en el medio de un tumulto interminable. De pronto veo que Neme vuelve a su lugar mientras uno de ellos lo re puteaba y el gordito, Rey de Cabarulo, bufaba cosas como “forros de mierda, se ponen en putos y si queríamos, nos íbamos a la mierda: una hora y media los esperamos, que se creen, están jugando gracias a nosotros, podríamos tener los puntos…” y mil cosas mas que nada tenían que ver con el cagadón del árbitro pero que son parte de las típicas reacciones de Nemualdo. Después de eso, y de que el referí se retractara, vino el momento San Cristóbal de la fecha: el ultimo bochazo largo dejo al 9 de ellos mano a mano con Richard. Nuestro portero estrella se persigno, dio 3 pasos hacia delante y abrió los brazos formando la cruz que adorna nuestras casacas. El 9, nervioso e intimidado ante la humanidad del portero, sacó un remate cruzado, fuerte y a la derecha de Ricardin. Yo lo veía desde atrás y solo pude hacer los cuernitos de Mostaza Merlo. Pero San Cristóbal no se entrega así nomas, señoras y señores. El golero voló a su derecha, con sus largos brazos extendidos, y amortiguó la bocha, la cual quedo boyando en el área chica. Pero ahí fue Richard, tirándose nuevamente de cabeza para atrapar la globa, el punto y los mil y un abrazos de sus compañeros. Luego de eso el referí termino el juego. Solo hubo tiempo para que, mientras salíamos de la cancha, Jerito largue su mejor frase en años: “¿Listo muchachos? ¿Ya está? ¿Ya puedo vomitar?”
Saludos y aguante San Cristóbal.
¡Hasta la victoria Neme! ¡Cissé puto!
PRÓXIMO TORNEO
------------ LO QUE EL FINDE NOS DEJÓ -------------
El 0-4 frente a Oeste FC dejó dos perlitas para nuestro regocijo:
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
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