El domingo me recibió con una sorpresa. Me había levantado hacía aproximadamente media hora cuando sonó el teléfono de línea y una voz preguntaba por mí. No lo podía creer. Después de años de no recibir ningún tipo de llamado por esa vía, alguien me buscaba en el “2078”. Escuché que mi vieja le decía a Nico R que me estaba terminando de bañar y fui hasta el tubo pensando en como ha cambiado la vida. Hoy para comunicarte con alguien, sea para desearle feliz cumpleaños o para saber si va a jugar al fútbol, le mandas un mensaje de texto, le escribís en su muro de Facebook, o le hablas por MSN. Todo lo hacen los dedos, que hoy son como una especie de cuerdas vocales mudas que se comunican en silencio.
“Chino, ¿Qué carajo haces bañándote antes de ir a jugar al fútbol?”, pregunto Nico ni bien atendí. Claro, después de haberlo criticado a José la semana pasada por entrar al agua antes del match sancristobaleano, era justo su reproche. “Es que ayer fui a un asado y Anita estuvo toda la noche hinchándome las bolas con que tenía olor a humo y me tuve que ir a bañar”, le contesté recordando el hit de la noche: “Mi chico de humo”, entonado infinitas veces, y en tono burlón, por mi adorada chica. Por supuesto que Nico no me había llamado para saber por qué me estaba duchando el domingo a las 2 de la tarde, sino que estaba muy preocupado por la cantidad de autos con los que contábamos para ir hasta el culo del mundo. A pesar de que eran pocos los coches disponibles, no me extrañó que por segundo domingo consecutivo, su bólido sufriera misteriosos problemas mecánicos. El fin de semana pasado fue el tema del cambio de aceite que debía hacer el lunes, extraña causa por la cual no podía usar el auto. Luego fue un desperfecto con los frenos lo que le impedía poner su móvil para transportar al grupo. “Yo lo pongo, no hay drama”, le conteste para cerrar la cuestión. Así las cosas, mi fiel 147 se preparaba para salir a las pistas. Y volvía con todo. Como ya he contado en otras ocasiones, el autito fumaba como puta presa y el motorcito ya estaba el borde de morir de EPOC, por lo que fue necesario abrir la billetera y salir a la carretera sin humo en el escape pero con 1600 pesitos menos en el bolsillo…
Viajamos hasta Benavidez con Nico y el Bambi, hábil jugador que se reincorporaba para este match. El rival, Mariano Acosta, nos había ganado en el torneo anterior en un partido parejo en lo que fue una derrota injusta. La revancha se venía saboreando desde el lunes en nuestros paladares. Pero, como siempre, nada es fácil para el albiverde. “Faltan defensores”, fue el amargo anuncio de Nico Zava ni bien nos juntamos en torno al bolsón de las camisetas. No teníamos arquero (Rito y Cissé por problemas físicos, Ricardito por laburo), Fede Sampayo estaba de joda en Tres Arroyos, Fede Warren corría alocadas maratones por la ciudad, José jugaba ¡un torneo de paddle! con un compañero rengo y pelado (perdieron, por supuesto) y Neme debía ir al arco. La improvisación, una vez más, como alguna vez fue el viejo y querido “escritoriazo”, nos sacaba del paso con la presencia de un volante creativo (Nico Sergi), amigo de Nico Z, devenido en defensor central.
Yo, por mi parte, ocupaba el carril derecho y convivía con una certeza: no me sentía para nada bien. La cabeza me dolía desde que me desperté, la respiración se hacía complicada por la gripe que acarreaba desde mediados de semana y jugar de lateral siempre exige un esfuerzo extra. Cuando comenzó a girar la bocha me di cuenta de que no podría jugar más que los 40 minutos iniciales…
Mi marca era un delantero flaco y alto, con la casaca 18, que iba bien de arriba y siempre lo buscaban para el cabezazo. Mi mayor proeza de la tarde fue ir a buscar un pelotazo altísimo cuerpo a cuerpo y en el aire con el 18, y rechazar con un testazo fabuloso aquel envío envenenado. Para alguien con el complejo de cabezazo que sufro yo, esa acción ya vale el partido…
El trámite del encuentro no nos trajo demasiadas complicaciones. Ellos intentaban por abajo y con pelotazos para los delanteros, pero no llegaban mucho. En cambio, nosotros comenzamos con la habitual costumbre de desperdiciar goles de todos los colores. Jerito, que volvía junto a Nacho Zumbo (los motores del equipo, sin dudas), reventó el travesaño con un bombazo; luego Nico Z erró un gol increíble casi abajo del arco, y Nacho Z también tuvo la suya pero no llego a empujarla hacia la red. Finalmente, de tanto mover el árbol, la manzana la hizo caer Nico Z: el Zavadil menor tomó una bocha en la puerta del área y la colocó contra el palo izquierdo del arquero: 1 a 0 y a cobrar. De ahí en más el partido fue un monólogo de San Cristobal, sin que Mariano Acosta pudiera llegar a nuestro arco en todo el partido.
Cuando llegó el entretiempo le di gracias a Dios. No daba más. En una jugada en la que piqué, me tire a los pies, y volví a mi lugar para esperar el corner en contra, sentí que se me revolvía el estómago. “Lo único que falta, largar un pato con los dos equipos metidos en el área”, pensaba mientras boqueaba como un pez recién salido del agua. Por suerte, rememoré mis viejos años de borracho de boliche y utilicé todas las tácticas habidas y por haber para manejar el malestar y no lanzar a los pies del 18 mientras esperaba que tiren el centro. “Mira la carita del Chino, no puede mas, jajaja”, dijo Neme entre risas al verme tirado en el piso, ya sin canilleras ni botines, en el entretiempo. A mi no me importaba nada, ya estaba en otra dimensión. Casi como Giampol en el segundo tiempo. “Mirá donde está Gabo”, me dijo Nico Z, ya con campera y reemplazado por su amigo Adriano (otro buen refuerzo de ocasión). “Ja, esta jugando de enganche el Robot”, le dije entre la risa y el asombro. Claro, ellos estaban con 10 por la lesión un jugador y no tenían cambios, y nosotros dominábamos el juego a gusto y nos dimos el lujo de jugar con línea de 3 por primera vez en nuestra corta historia, y JP de moverse como enganche y por momentos casi delantero. Lo único rescatable del segundo tiempo fue una buena atajada de Sergio (que pasó el arco en reemplazo de Neme, que tomó mi lugar). El grandote voló hacia su izquierda en la única llegada con peligro de ellos en todo el partido y dominó sin problemas el tiro rasante y esquinado.
El resultado final fue un 1 a 0 para nosotros que no dice mucho porque con todas las llegadas que tuvimos merecimos bastante más. Esta vez el final del partido no nos trajo reproches ni insultos, ni Neme ahogado en sus frases tartamudas, aunque algo siempre sale de lo común en este glorioso San Cristóbal. Mientras todos nos cambiábamos lentamente, hablando del partido y relajándonos, Giampol se vestía a toda velocidad. “¿No nos bañamos?” preguntó Neme con inocencia. “Dale, dale, ¡Vamos! ¡Apurate!”, decía Gabo con los ojos abiertísimos y nunca tan robotizado. “Pará pelotudo, no te vayas que hay pocos autos y tenes que llevar a alguien”, le dijo Nacho Z, levantando temperatura. “Bueno dale, el que quiera venir que venga ahora, ¡yo me voy ya!”, dijo JP y se colgó el bolso y se fue. Casi como un barrilete salió Neme también. “Anda, anda, yo me tomo el 60, la concha de tu madre”, le dijo Nacho entre dientes y ya definitivamente caliente. Todos se rieron de la escena, pero lo grave, la esencia del apuro de Giampol, estaba por venir.
Yo, como siempre, me bañé, me vestí y ahí si cargue a los muchachos en el Fiat y arrancamos. El cielo estaba negro y adornado con rayos y relámpagos que eran un espectáculo fabuloso pero atemorizador. La lluvia no tardó en llegar a la Panamericana. Con cada kilómetro recorrido llovía más y más. Hasta que llegamos a un puente y de pronto el tránsito se detuvo. “¿Que le pasa a este boludo? ¡Dale que nos pasan por arriba, papá!”, le decía (indirectamente) al conductor del Palio de adelante mientras le hacía luces. El miedo al choque en cadena se desvaneció cuando Nacho Z me dijo con estupor: “¡Chino, mirá como esta granizando!”. Me asomé por la ventanilla y la autopista estaba cubierta de piedras de hielo. El azar, el destino, o un guiño mágico de la suerte, me había situado justo debajo de ese puente en el momento indicado y a la hora indicada. Atrás nuestro, los automovilistas se desesperaban tocando bocina y haciendo luces mientras el ruido a chapa golpeada era ensordecedor. La situación era rara y confusa, y hasta una mujer desde el auto de al lado nos pidió que llamemos a una ambulancia porque una chica tenia un corte en la cabeza; finalmente la asistió el hombre del auto de atrás nuestro, que era médico. El miedo a un choque en cadena o un ataque descontrolado por parte de los conductores que quedaron a la deriva bajo un furioso temporal de piedras se fue desvaneciendo con el correr de los minutos y los bocinazos disminuyeron a medida que los ocupantes de los autos de atrás se fueron resignando a la lluvia de piedras. Fueron unos 10 minutos intensos, infinitamente superiores a cualquier pasaje del partido que jugamos, hasta que por fin dejó de granizar y pudimos seguir viaje. “¿Tuviste miedo en algún momento?”, me preguntó Nacho al mejor estilo Luis Majul o Jaime Baily. “No, miedo no, pero estaba preocupado por si venían de otros coches a cagarnos a piñas o algo así”, le contesté, sincero. “Sabes que yo sí tuve un poco de miedo…” me respondió mi amigo de toda la vida. Cuando nos empezamos a mezclar con el resto de los coches que habían sufrido el temporal, caí en la cuenta de mi suerte: lunetas destrozadas, parabrisas astillados, capots y techos destruidos… Hoy, con el auto sanito (Giampol, gracias a su apuro, también zafó), le agradezco al destino por el domingo que me tocó: ¡Fútbol, amigos, victoria y auto intacto!
VAMOS SAN CRISTOBAL CARAJO!!!
PD 1: ¡Hasta la Victoria Siempre!
PD 2: ¡Cissé puto!
PRÓXIMO TORNEO
------------ LO QUE EL FINDE NOS DEJÓ -------------
El 0-4 frente a Oeste FC dejó dos perlitas para nuestro regocijo:
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
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