La primera imagen de la jornada me arrancó una sonrisa de gol. Nico Z estaba sentado absolutamente solo en la puerta del Manuel Belgrano con un cuaderno en la mano y el bolsón de las camisetas a su derecha. Paré el auto y recién dejó de leer cuando me tuvo al lado. “¿Qué pasa? ¿Estas estudiando al rival?”, le pregunté con una sonrisa. El goleador me miró preocupado. “Yo no tendría que estar acá, Chino… Mañana tengo un final y tengo que estudiar una bocha todavía, no se cómo voy a hacer…”, dijo y la angustia se le dibujaba en la cara como si tuviera que patear el último penal de la final del mundo. “Vas tener que estudiar en el auto a la ida, a la vuelta; vas a tener que salir en el entretiempo y seguir estudiando mientras nosotros jugamos… y, si podés, pedile al referí que te deje entrar con el cuaderno a la cancha, ja!” le respondí para tratar de aflojarlo un poco. Fue inútil. No había terminado de hablar y Nico Z ya estaba sumergido en el texto y obviaba olímpicamente mis comentarios bizarros. A los pocos minutos ya estábamos todos reunidos. Sergio y su Kangoo, Nacho Z, Nachito y amigos, y hasta Lucho (flamante futuro papá), quien se arrimó a saludar y desear suerte. En eso, mientras llegaban Giampol y Neme, un solitario José salió de su casa con una paleta de paddle colgando de su espalda. “¿Qué haces? ¿No venís mas a jugar vos?” le preguntó Nacho Z. “Pasa que nos pusieron los domingos y me re cagaron…” contestó José con visible incomodidad. “Mirá que Nico Sergi la está rompiendo en tu posición, eh” lo pinchó Nico Z con malicia. “Ah, bueno… bien…” fue la amarga respuesta de Jo mientras comenzaba su caminata con la vista perdida en el piso. De más está decir que se fue con el ánimo por el subsuelo al partido y volvió a perder (NdeR: juega un torneo de padel junto a un compañero rengo, pelado y recientemente dominado).
Cuando llegamos a benavides, nos dimos cuenta de algo: el domingo se presentaba absolutamente ideal. No había viento, no hacía frío pero tampoco calor, y el cielo, nublado pero luminoso, se mostraba con una tenue cortina de nubes que daban la impresión de ser como una fina tela gris que nos protegía del sol. El aire, fresco y seco, nos llenaba los pulmones con una pureza digna de las sierras cordobesas. “Que lindo esta para jugar, che”, resumió Neme mirando al cielo y con las manos en la buzarda. “Está templadito, no hace calor, nada…”, amplió o rey do cabarulo . Yo acompañé su razonamiento en silencio mientras cruzábamos la callecita que da a la entrada al club. En la puerta nos cruzamos con Pabli que recién llegaba. El resto ya estaba adentro, sentados en torno al bolsón de camisetas, pegados al alambrado que divide al predio de un inmenso terreno en donde pastan libremente caballos de los más variados colores (si, aunque usted no lo crea, hay un caballo gris, uno marrón, uno negro y un pony color café con leche). “Ustedes tiene las pelotas, ¿no?” consultó Giampol preocupado. “¿Qué pelotas?”, respondió Nico Z. “¡Las nuestras, boludo!”, se preocupó el robot. “La mía no se quién se la llevo pero desapareció”, acotó Sergio. Sucede que el domingo pasado, mientras todos salían corriendo tratando de escapar de la tormenta eléctrica que casi destruye todos los autos del equipo con una granizada feroz, las pelotas con las que entramos en calor quedaron a la deriva y ya nada se supo de ellas. El que más lamentó la pérdida fue JP. “La Nike era mía… ¡Qué lástima que se perdió! Yo tenía sentimientos profundos por esa pelota: me acuerdo que en Brasil casi me agarro a piñas con un bañero porque, como no se podía jugar al fútbol en la playa, el tipo me quería sacar la pelota”, dijo Gabo, con un gesto triste y melancólico en su mirada.
Nos plantamos en el campo con la misma defensa del domingo y algunos retoques en el medio. La novedad era nuestro 10, llamado Tommy (y bautizado posteriormente como “Hilfiger”), un refuerzo de lujo para el team. Jugador de las inferiores de Ferro, hábil y de buena pegada, deslumbró al toque a Nacho Z. “A ver, pegale vos”, le pidió a Tommy a la hora de tirar un pase largo. Después hizo lo mismo con un par de nosotros. “No, nada que ver: cuando le pega él viaja de otra manera la bocha” constató la garza al ver la precisión del 10. El pibe solo atinó a reirse.
UOM 3 de febrero era un rival bravo. Venían primeros y tenían pinta de ser complicados. Lo fueron. De movida empezaron a tocar la pelota de un lado a otro con rapidez y buen pie. Nosotros, bien armados atrás con Nico Sergi como puntal y con Sergio demostrando ser un arquero de la hostia, nos parábamos para contragolpear. Mi marca era un muchacho petisito y veloz, al que tuve que correr de atrás unas cuantas veces. Lo bueno de esa desventaja fue que tuve varias veces un primer plano de sus botines. Tenía unos Adidas que ya había visto una vez en el Abasto y me enamoraron. Negros, con el encordado de costado, las tres tiras de Adidas en la parte de afuera del pie y la suela blanca con los tapones negros. Juro que si hubiera sido un partido mas light le hubiera dicho “¡Qué buenos timbo’, chabon!”…
La realidad es que nos tenían contra un arco. Sergio sacó un par de bochas del ángulo y Nico Sergi y Giampol eran un frontón que sacaban todo lo que les pasaba cerca. Pero no alcanzaba. Yo tenía la sensación de que en cualquier momento nos clavaban un gol. Y, sin embargo, llegó el milagro. Una buena bocha le tiraron a Nico Z, quien la peleó entre dos rivales, ganó la posición y definió por arriba del arquero. Alegría y sorpresa. Ellos no entendían mucho que pasaba pero no se preocuparon y siguieron jugando igual de tranquilos que hasta el momento. Por supuesto que no se les hizo fácil la cosa. Giampol, abonado a los roces y tumultos, fue al piso con uno de ellos y cuando se quiso parar, este lo agarro y no lo dejó. Minutos después, en otro cruce con el mismo rival, JP fue al piso con el adversario y el Robot lo pisó con total intención. Ahí nomás empezaron las puteadas. “¡Pará viejo que mañana hay que ir a laburar!” dijo uno de ellos. “¿Qué laburar? Estás jugando al fútbol ahora, flaco”, le contesto JP. “Dale chabón, mira que es fútbol esto eh, no te hizo nada”, dijo Sergi, otro de lengua filosa. “Ah, ¿querés jugar al fútbol así? ¡Listo! Ya vas a ver cómo jugamos al fútbol…”, se plantó el 5 de ellos. Yo les miré las caras a ellos y pensé que si empezaban a pegar patadas la cosa terminaba en una carnicería total. Por suerte, el partido siguió limpio y no pasó nada. Bah, casi nada, en realidad, porque nos empataron al toque. En un centro desde la izquierda y, luego de una peinada del 9 de ellos, entró otro por atrás de todos y partió el arco casi sobre la hora. Nos fuimos al descanso con la calentura de la igualdad postrera y, como siempre, a los gritos: “¿Qué querés Neme? Para vos es muy fácil, estas ahí atrás y yo no puedo ir y venir todo el tiempo, no soy un jugador profesional, ¡pelotudo!” dijo Nacho Z con su calentura habitual. “Pero loco, regula un poco más te digo. Sino, me encaran de a 3 siempre”, retrucó Nemerías. “Claro, para vos es tan fácil decirlo”, completó Nacho y empezaron los gritos de todos. Yo me alejé un momento del griterío y miré a los flacos de UOM: parecían sordo mudos. Ninguno hablaba, un par tomaban agua, otros se fumaban un puchito como si estuvieran en la esquina del barrio, el resto descansaba mirando el pasto. Paz de cementerio. Cuando terminaron los gritos volvimos al césped sabiendo que se venía lo más bravo: aguantar las embestidas de UOM. Sin embargo, San Cristóbal estaba bien parado, tocaba más y mejor en el medio, y ellos no elaboraban chances claras. La oportunidad de hacer un gol no estaba tan lejana ahora. Y con un buen centro desde la izquierda que tiró Nacho Z, Tommy Hilfiger pegó un salto monumental y clavó la pelota en un ángulo. Faltaba mucho, pero el hecho de haberle metido otro gol daba la sensación de que la cosa se podía dar. Ellos empezaron a atacar con todo y, de repente, se dio el “momento San Cristóbal del partido”. En una jugada rápida, UOM quedó a punto de empatar pero apareció justo Neme, como un salvador para rechazar una pelota que iba hacia el gol. La domina, intenta llevarla, pero trastabilla, la pelota se eleva y le da en la mano. “¡Penal!” gritaron ellos desaforados. Por supuesto que el referí, un señor mayor que cobraba todo lo que le gritaban, se los dio. “Lo tenes que echar, es último hombre”, gritaba el 6 de ellos al árbitro, en una actitud muy vigilante que sacó a JP de sus casillas, trenzándose en una discusión que siguió después del partido. Lo miré a Sergio plantado en el arco y con gesto fiero. “Si adivina la punta, lo ataja”, pensé (vamos Chino carajo). Vino el remate, fuerte y a la derecha del portero que hacia allí fue y con una volada genial rechazo el tiro. Nos volvimos locos. Ahí pensé que después de eso el partido no se escapaba. Pero… siempre hay un pero en el camino. Nico Z salió para darle lugar a Daddy Yankee que esperaba afuera ya vestido de delantero. Al rato fue Pabli, con una molestia, el que dejó la cancha. Los cambios no nos favorecieron. A pesar de que los pibes que entraron dejaron todo, perdimos fuerza en ataque y solo restó aguantar. Se vinieron con todo. Aguantamos hasta donde pudimos pero el empate cayó luego de una buena combinación de los delanteros de UOM, en lo que fue un golazo. Y finalmente, cuando la cosa se había puesto mas pareja y el empate era justo (nosotros tuvimos un tiro en el travesaño), ellos consiguieron el tercero luego de mil rebotes en el área y con una posición dudosa de quién finalmente remató al gol.
Se nos escapó el partido como agua entre los dedos. De golpe, sin que nos demos cuenta, un gran partido de San Cristóbal terminó en nada. La última imagen del encuentro dejó a Giampol a las puteadas con el 6 de ellos (un tipo con barba candado) por la jugada del penal. “Andaaaa vos, ¡Garca! ¡Te dejas la barba candado porque sos un garca de mierda!”, le tiraba JP su Máxima de un Robot Cualquiera, y le hacía el gestito de la barba en la cara.
Nos fuimos calientes pero conformes porque el equipo jugó bien, y también apuradísimos porque el cielo estaba negro como el domingo pasado y todos temimos por un nuevo episodio de granizo feroz. Gracias a Dios no pasó nada esta vez. Llegamos masticando bronca pero sin sobresaltos.
¡El domingo hay revancha carajo!
AGUANTE SAN CRISTOBAL!!
PD: HASTA LA VICTORIA SIEMPRE!!!
PD 2: CISSÉ MUY PUTO!!!
PRÓXIMO TORNEO
------------ LO QUE EL FINDE NOS DEJÓ -------------
El 0-4 frente a Oeste FC dejó dos perlitas para nuestro regocijo:
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
1) Cuando el 9 definió mano a mano en el segundo gol, Giampol, Neme y Serpentor se esmeraron: "Cissé es un arquero 2-D, es gigante pero cuando el otro pateó era finito y plano..."
2) Terminado el encuentro, tras el decepcionante papel del equipo, Nacho Zavadil le puso color a su pensamiento: "Lo que pasó es los otros, cuando le pegaban, hacían 'ploc' [gesto de impacto seco de la pelota contra su mano] y, cuando lo hacíamos nosotros, hacía 'pif' [gesto de que le erraban]". Sublime. La más cruda realidad.
3) ¿Querían más realidad? Luego de que 2 de los 4 goles del rival los marcase un 9 grandote, torpe y lento, Sampex estalló: "¡NO NOS PUEDE HACER 2 GOLES UN TIPO QUE PESA 120 KILOS!". Tenía razón. Era un armario al que le faltaban 22 cromosomas...Así y todo, nos dejó en ridículo. Prefiero que venga el niño que nos embocó una vez en el Cirse...
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